Cuento para practicar
Ana María – Capítulo 12
Aquí pueden seguir escuchando el cuento de Ana María, una chica española que hace un intercambio universitario en Düsseldorf.
Nuevamente pueden escuchar la versión completa, sin pausas, y también la versión con pausas para repetir y practicar la pronunciación. Yo leo cada frase dos veces para que puedas practicar con tranquilidad.
Les recomiendo que escuchen primero la versión completa, sin pausas, y después lean el texto (abajo está la versión completa escrita, también en formato PDF, para imprimir).
Aquí está el índice con todos los capítulos completos de Ana María.
Versión sin pausas:
Versión con pausas:
Capítulo 12
En casa de Sophie
Eran las cuatro de la tarde del sábado. Era otoño y hacía mucho frío. Ana María se había puesto unos jeans, botas negras, un jersey de lana abrigado de color beige y su chaqueta preferida, de cuero marrón. Estaba muy guapa. Llevaba el pelo suelto. Tenía en la mano el papelito que le había dado Sophie, con la dirección de su casa. Estaba delante de una casa enorme, una mansión, en una de las zonas más caras de Düsseldorf, directamente enfrente del Rin. Ana María tocó el timbre y una señora le abrió la puerta y la hizo pasar. La mujer trabajaba en la casa. Ana María se presentó, en alemán.
Sophie llegó inmediatamente y las dos pasaron a una sala enorme llena de estanterías con libros, la biblioteca, con una mesa de madera con algunas sillas y dos sillones antiguos, cada uno con una lámpara para leer. La sala tenía unas alfombras persas exquisitas y una preciosa vista a la terraza y al amplio jardín. Los ventanales eran inmensos y dejaban entrar la tenue luz de la tarde. En el jardín se podía ver una ardilla que corría con una bellota en la boca.
Ana María estaba maravillada por la decoración y por lo impresionante que era la casa.
– Yo voy a tomar un té de jengibre con limón y menta. ¿Quieres uno tú también? ¿O prefieres otra cosa?
– Sí, muchas gracias, me encanta el té de jengibre.
Sophie le pidió el té a la señora Merten, que lo trajo unos minutos más tarde.
Las dos mujeres trabajaron durante dos horas con textos, ejercicios de gramática, de redacción. Sophie era muy inteligente y aprendía muy rápidamente.
– Creo que estoy bien preparada para el examen de la semana que viene, le dijo a Ana María.
– Sí, yo también lo creo, contestó ella. Pero dime, Sophie, tu hermano, Tomás, ¿también vive aquí?
– No, no. Él vivía aquí, pero ahora vive solo desde hace unos años. Vive muy cerca de aquí. En esta casa vivimos mis padres, mi hermana Lisa y yo. Tomás es el mayor y ya no vive con nosotros. Y Anna, de 25 años, tampoco vive aquí porque estudia en Berlín.
En ese momento se abrió la puerta de la biblioteca y entraron una mujer de unos sesenta años, de pelo blanco y un corte muy moderno, ropas elegantes, delgada y atractiva, una joven de unos 18 (dieciocho) años, alta y muy delgada, de la mano de un joven de unos 20 (veinte) años. Los tres se reían a carcajadas.
– Ana María, te presento a mi madre, a mi hermana Lisa y su novio, Leo, dijo Sophie en alemán.
– Mucho gusto, contestó Ana María, también en alemán. Ella se sintió inmediatamente a gusto con la familia de Sophie y cuando la madre la invitó a cenar, aceptó de inmediato.
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Querida Christina,
Si consigo seguir la lección después esta larga pausa, lo debo a ti y a Ana Maria. La historia de Ana Maria me recuerda un año de intercambio que pasaba en Paris en 1962.
Me alegro mucho volver a ver todas las chicas que quedan.
Calidos saludos y a lunedi proximo
Edith
Querida Edith:
Muchísimas gracias por tu menaje. Me alegra mucho que te guste la historia de Ana María. Nos vemos en el curso el lunes. Un beso y un fuerte abrazo,
Crisstina