Cuento para practicar
Ana María – Capítulo 17
Aquí pueden seguir escuchando el cuento de Ana María, una chica española que hace un intercambio universitario en Düsseldorf.
Nuevamente pueden escuchar la versión completa, sin pausas, y también la versión con pausas para repetir y practicar la pronunciación. Yo leo cada frase dos veces para que puedas practicar con tranquilidad.
Les recomiendo que escuchen primero la versión completa, sin pausas, y después lean el texto (abajo está la versión completa escrita, también en formato PDF, para imprimir).
Aquí está el índice con todos los capítulos completos de Ana María
Versión sin pausas:
Version con pausas:
Capítulo 17
Romina y la fiesta del gimnasio
Al día siguiente, era un sábado, Ana María se levantó más temprano que otros sábados, porque ese día llegaría Romina de España y Ana María quería preparar todo para darla la bienvenida a su amiga. Romina pasaría unas semanas en Düsseldorf para hacer unas prácticas en una empresa y el plan era alojarse en el piso de su amiga, que antes había sido el suyo.
Ana María fue a recoger a su amiga al aeropuerto y a las cinco de la tarde las dos entraron en el piso y Romina se instaló. Sacó toda su ropa de la maleta, colgó todo en el armario y le dio un montón de regalos a su amiga, también de los padres de Ana María y de Elena, su hermana. La madre le había tejido una gorra de lana beige y una bufanda preciosa haciendo juego. “Para que no tengas frío en Alemania”, le había escrito en una postal llena de corazones rojos.
Las chicas se preparaon un tecito con Kuchen, unos deliciosos pasteles, especialidad alemana que se podía comprar en cualquier panadería y las dos estaban bastante sorprendidas porque ni una ni la otra había engordado a pesar de los deliciosos pasteles que se ofrecían en este país. Las amigas charlaron, entre risas, hasta altas horas de la noche. No podían parar de hablar. De los estudios, del trabajo de Romina, del curso de alemán de Ana María. Pero Ana María no le contó nada de Tomás.
Unos días después, Romina vio sobre la mesa una invitación a la fiesta de inauguración del gimnasio de enfrente y le preguntó inmediatamente a su amiga si quería ir.
– Claro que sí. Y tú vienes conmigo, por supuesto, dijo Ana María.
El día de la fiesta las chicas tardaron horas en arreglarse, cambiarse, maquillarse. Ana María se probó toda la ropa que tenía en el armario y, finalmente, eligió una minifalda negra de cuero, un top rojo con lentejuelas y unas botas negras largas. Estaba muy guapa. Romina también, con su vestido negro ajustado al cuerpo y sus zapatos de tacón.
Ni bien llegaron se encontraron con Noralie, que estaba con su novio y ya había bebido bastante cava. No podía parar de hablar. Cuando una de las camareras, que era también una de las entrenadoras del gimnasio, les ofreció una copa de cava a cada uno de ellos, Ana María se puso a hablar con Noralie y su novio y Romina se dio media vuelta y empezó a inspeccionar el gimnasio, sus salas, los folletos que estaban repartidos en las mesas, la decoración.
En un momento, reconoció a unas chicas que conocía de la época del intercambio y se puso a conversar con ellas. Bebieron unas cuantas copas de cava y charlaron de todo un poco, cuando llegó Tomás y les preguntó si les gustaba la fiesta. Romina se quedó con la boca abierta al ver a ese joven tan apuesto que se acercó a hablar con ellas. Ella no se despegó de su lado y él le mostró el gimnasio, le habló sobre sus proyectos de futuro y pasó un largo rato conversando con ella.
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