Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 12/2020
—Muchísimas gracias, Ángela. No sabes cómo te agradezco que me ayudes tanto. No sé qué haría sin todos mis amigos y mis amigas. Carmen empezó a llorar y Ángela no podía tranquilizarla realmente, porque estaba en el jardincito que estaba delante de la casa de Carmen, una de las mejores amigas de Inés, la mamá de Ángela. Carmen tenía la ventana abierta y hablaba con Ángela, que estaba de pie en el jardincito delante de la casa de Carmen.
—Tranquila, Carmen. Mira, te compré un montón de cosas ricas, también te compré unos libros. Te traje “Travesuras de la niña mala”, de Mario Vargas Llosa y “Como agua para chocolate”, de Laura Esquivel. Mamá me dijo que todavía no los tenías.
Y Ángela caminó unos pasos más y dejó las bolsas de compras delante de la puerta de la casa de Carmen. Se despidió de la gran amiga de su madre, saludando nuevamente desde la ventana, entró en su Citroen rojo y volvió a su casa. Cuando llegó a su casa, llamó inmediatamente a su mamá.
—Mamá, acabo de llevarle las compras y los libros a Carmen. Estoy bastante preocupada, porque la vi muy triste. Muy deprimida.
—Y sí, hija. Es lógico que esté triste y preocupada. Cómo no iba a estarlo, si se contagió de Covid… Ella me contó todo hace unos días y fue bastante duro… ella no se lo esperaba…
—¿Cómo fue? ¿Cómo se dio cuenta?, preguntó Ángela.
—Ella tenía un poco de tos, le picaba un poquito la garganta y tenía 37,5° de fiebre. Entonces llamó a su médica de cabecera, su médica personal. La doctora Román. Como Carmen tiene 75 años, es una persona de riesgo. Así que la doctora le dijo que fuera inmediatamente a hacerse el hisopado. Y Carmen le hizo caso y fue de inmediato.
—¿Y adónde fue?, insistió Ángela.
—Como no puede usar el transporte público, ya que no es una “trabajadora esencial”, es decir no es ni médica ni enfermera, ni tampoco cuida a enfermos. Así que se tuvo que ir caminando las quince cuadras hasta el sanatorio La Torre de Vicente López. Ahí parece que la atendieron muy, muy bien y una médica muy amable le hizo el hisopado. Casi no tuvo que esperar. Suerte que a Carmen le encanta caminar y que no se sentía muy mal. Volvió caminando las quince cuadras y estaba muy, muy cansada cuando llegó a su casa.
—¿Y cuándo le dieron el resultado del análisis?, continuó Ángela, curiosa por saber cómo seguía la historia.
—Cuarenta y ocho horas después. Y la doctora del sanatorio le dijo que ni bien llegara a su casa, se quedara dentro y no saliera más, para proteger a otros y no contagiar a nadie más, en caso de los resultados dieran “positivo”.
—Y así fue, claro, dijo Ángela. El resultado fue positivo y desde hace diez días la pobre Carmen está en su casa, sola y aislada. Se siente muy mal y además tiene miedo de todo en este momento. Pero gracias a dios, parece que no tiene síntomas fuertes. Ya se está sintiendo muchísimo mejor.
—Sí, dijo Inés. Y creo que en unos pocos días le van a dar el alta. Ella me contó que todos los días la llama una médica para preguntarle cómo está.
—Ay, ay, ay… yo le llevé con mucho gusto todas las cosas. Espero que pronto pase toda esta pesadilla. Yo creo que no voy a tener mucho tiempo de preparar mi doctorado, porque va a haber muchísima gente que va a necesitar mi ayuda como psicóloga.
Ángela y su mamá se rieron, siguieron hablando unos minutos más y después cortaron y cada una siguió con sus actividades del día.
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