Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 5/2021
Era el 22 de mayo en Buenos Aires. El tiempo estaba horrible. Bien otoñal: un poco lluvioso, con temperaturas mínimas de 12° y máximas de 17°. Normalmente en Buenos Aires siempre salía el sol en algún momento del día, pero ese día, no.
Para colmo de males, el gobierno había decidido cerrar nuevamente todo por la pandemia de Covid. ¡Dios santo! Otra vez todos encerrados en sus casas sin poder salir, sin poder ir a tomar un cafecito con amigos, ay ay ay. La gente estaba muy cansada de la situación. Ángela también, por supuesto.
Eran las diez y media de la mañana y, cuando Ángela salía del baño después de una ducha reconfortante, sonó su celular.
—Hola Caro, buen día. ¿Qué tal todo? ¿Cómo estás?
—Mal, Ángela. ¿Cómo voy a estar? ¿Cómo estás vos?, era Carolina, una de las mejores amigas de Ángela.
Normalmente Carolina era una mujer muy optimista, entusiasta, con muchas ideas, pero evidentemente no estaba en un buen momento. Ángela estaba segura de que toda esta situación actual de la pandemia le estaba afectando a todo el mundo.
—Yo estoy bien, siguió Ángela. Tratando de mantener la calma. No podemos hacer mucho, solo podemos mantener la calma y tratar de reinventarnos. Yo estoy intentando avanzar con mi doctorado, como ya te conté.
—Claro, es una buena idea. En estos momentos es bueno formarse. Tengo muchas amigas que están haciendo todo tipos de cursos online. Otras amigas tienen ideas de negocio geniales. ¿Te conté el caso de Solange? ¿Solange Barroso?
—No… ¿Quién es? ¿Una amiga tuya?, preguntó Ángela.
—No. No es una amiga mía. Es una amiga de una amiga de una amiga. Pero podés googlearla. Ponés “Solange Barroso remise” y ya te sale toda la información.
—¿De qué se trata?
—Resulta que Solange es profesora de teatro. Una mujer de 36 años, madre de una pequeña niña. Hace unos meses se separó de su marido. Y como necesitaba dinero, no sabía cómo hacer para mantenerse a sí misma y a su hijita, ya que las clases de teatro no estaban funcionando por la pandemia, tuvo una idea genial: lanzó una empresa de transporte solo para mujeres.
—¡No te puedo creer!, exclamó Ángela, muy sorprendida.
—Es la pura verdad. Pero lo interesante todavía no te lo conté. La idea se le ocurrió cuando una pareja amiga le preguntó si Solange no podía llevarlos a Ezeiza, al aeropuerto. Solange lo hizo. Y ahí empezó a pensar en que con ese trabajito podría sobrevivir en la crisis. Igual que tu idea, Ángela, ¿no? Vos también hiciste eso y lo seguís haciendo, para ganar un poco de dinero durante tus estudios de psicología.
—Exactamente. Pero la idea de llevar solo a mujeres me parece muy buena.
—Sí. Pero aparentemente, Solange le puso el nombre “Ubre” a su empresa. Y hay una empresa muy grande y muy importante que la quiere obligar a cambiar el nombre, ya que se parece muchísimo al nombre de esta gran empresa. Te digo, es una historia muy interesante que ahora se conoce en todo el mundo. Vas a leer informaciones sobre eso en periódicos de todo el mundo. Mis amigas de Alemania me comentaron que leyeron esta historia en las noticias, en el “Tagesschau” de Alemania.
—Muy interesante, Carolina. Bueno, me diste una gran idea, te lo agradezco, le dijo Ángela a su amiga.
—Y yo, por haberte contado esto, ya me siento un poco mejor. No sé por qué, pero me hizo muy bien hablar contigo, le contestó Carolina.
Las amigas siguieron hablando de bueyes perdidos y empezaron aquel sábado de otoño con un humor excelente.
Archivo PDF: Las historias de Ángela Santos_05-2021
Gacias por tus historias que me encantan para mejorar mi español y para conocer un poco el acento argentino.
Muchísimas gracias, querido Toni.
Un abrazo,
Cristina