Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 3/2021
Ángela y Marisol estaban sentadas en el Café La Poesía, en la calle Chile. Un lugar muy emblemático de la ciudad de Buenos Aires. Uno de los Bares Notables, que había sido creado como punto de encuentro para artistas e intelectuales.
Ahí estaban las dos amigas, charlando y charlando sin parar ni un minuto mientras tomaban café con leche y comían tostados de jamón y queso. A Ángela le encantaban esos tostados y juraba que en ninguna parte del mundo existían tostados como esos.
Era sábado, 20 de marzo, en Buenos Aires todavía estaba lindo el tiempo. Sol y temperatura agradable, poco antes de empezar el otoño. Eran las tres de la tarde y Marisol, que vivía cerca de ahí, en el barrio de San Telmo, había llamado a Ángela para encontrarse con ella y charlar un poco, como en viejas épocas. Además, un hombre la había llamado a Marisol el día anterior, diciéndole que Ángela la había recomendado como psicóloga.
—Si me seguís mandando tus pasajeros como pacientes, amiga del alma, voy a tener que agrandar mi consulta, dijo Marisol Nieves del Cabo muerta de risa, revolviendo su café para disolver el terrón de azúcar que acaba de poner en la taza.
—¿De verdad, Marisol?, le preguntó Ángela.
—Sí. Claro, estoy muy feliz y te agradezco muchísimo que me recomiendes. El problema actualmente es que hay mucha, mucha gente que está necesitando apoyo y ayuda psicológica. Claro que eso no es nada nuevo, pero la situación actual me parece que empeora todo. La gente tiene más miedos que antes con esto del virus, por todo el tema de las mutaciones, etc. etc. etc.
—Claro, me imagino. A mí me pasa lo mismo en mi Citroen. La gente se sienta en el coche y empieza a contarme todos sus problemas actuales. La mayoría de los problemas están relacionados con la pandemia, con las vacunas, con el virus y sus mutaciones, con que no pueden viajar a ver a sus familiares en Europa y eso, siguió Ángela.
—Sí, claro. Pero contame, Ángela, ¿qué tal tu vida? ¿Cómo están Inés y Antonio? ¿Y tus hermanas en Europa?
—Por suerte mis padres están muy bien. Tranquilos. Jubilados. Se cuidan mucho, tienen poco contacto con otra gente y eso les cuesta mucho, por supuesto. Yo voy muy regularmente a visitarlos y hacemos muy seguido conferencias por Zoom con mis hermanas. Así que, tengo que decir que dentro de todo estamos bien y agradecidos porque estamos todos sanos. Mis padres están esperando que les den un turno para vacunarse. Porque en la Capital Federal es más rápido, pero ellos viven en el Gran Buenos Aires, en Martínez, y ahí todo tarda un poco más. Veremos… ¿Y vos, Marisol? ¿Todavía estás de novia con Miguel?
—Sí, claro. Estamos pensando en mudarnos a un departamento juntos. Pero Miguel no quiere vivir en el centro. A él le gustaría ir a vivir a las afueras de la ciudad, Olivos por ejemplo. Y ese es mi gran problema. Yo amo San Telmo y no pienso dejar mi departamento que tengo acá. Es divino, como bien sabés.
—Te entiendo perfectamente, amiga. Olivos es una localidad muy linda, pero es el día y la noche con esto, dijo Ángela mirando a su alrededor, como si San Telmo fuera el Café La Poesía.
—Además, comentó Marisol, no tenemos que hacer las cosas sin pensar. Creo que es mejor ir paso a paso. Lentamente. Por ahora, cada uno vive en su departamento y estamos muy contentos. Ya veremos qué nos depara el destino. ¿Y vos, Ángela?
Ángela sonrió y le dijo:
—Hmmm… estoy bastante ocupada con mi doctorado. Tengo poco tiempo para el amor. Pero Gustavo… y Ángela dejó de hablar cuando se acercó la camarera para preguntarles si querían algo más.
Podcast para practicar español: las historias de Ángela Santos
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 1/2021
—¡Qué calor infernal!, dijo la señora, al sentarse en el asiento de atrás. Ángela estaba trabajando nuevamente de “taxista”, como antes, para ganar un poquito de dinero mientras hacía su doctorado en Psicología en la Universidad de Buenos Aires. Era enero y en Buenos Aires hacía mucho calor, como siempre en esta época del año, pleno verano. Continuar leyendo «Podcast para practicar español: las historias de Ángela Santos»
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 11/2020
Era 7 de noviembre de 2020. Otro sábado más en casa, a pesar de este tiempo lindo que está haciendo en Buenos Aires. Por todos lados se ven flores, el cielo tiene un azul muy intenso, en todas partes hay aroma a flores y a primavera. Es la época más linda del año, porque todavía no hace tanto calor, sin embargo ya no hace frío.
A Ángela Santos le encantaban esos días. Sobre todo cuando era sábado, no tenía que levantarse tan temprano, podía disfrutar un poco de su tiempo libre. El año 2020, sin embargo, era diferente. Ángela quería empezar con un doctorado en Psicología, ya que había terminado sus estudios y poco después comenzó todo esto del confinamiento a raíz del coronavirus. Ángela tenía ganas, además, de volver a trabajar llevando a personas de acá para allá en su “taxi”… con eso, además de ganarse unos pesitos, entraba en contacto con personas que, generalmente, le contaban toda su vida en los pocos minutos que duraba el viaje. Era una excelente práctica para Ángela como psicóloga.
Eran las tres de la tarde y Ángela estaba en la casa de sus padres, Inés y Antonio, en la localidad de Martínez, Gran Buenos Aires. Estaban todos sentados en la terraza y Ángela había llevado su laptop para poder charlar con sus hermanas, Viviana y Daniela. Viviana, en Estocolmo y Daniela, en París. En Europa eran las siete de la tarde. Actualmente tenían cuatro horas de diferencia con Europa.
—Holaaaa, se escuchó la voz de Viviana, que estaba en la sala de su casa, con las luces prendidas, porque ya estaba bastante oscuro.
—Hola, chicas, tanto tiempo. ¿Cómo están? ¿Qué tal todo?, preguntó Ángela mientras acomodaba su laptop en la mesa de la terraza. Se escuchaban los pajaritos, que piaban sin parar, a pesar de que los dos gatos de Antonio e Inés estaban sentados muy cómodos al lado de la mesa, en el suelo de la terraza, disfrutando del sol que calentaba el suelo y a ellos.
Inés y Antonio estaban maravillados por la tecnología y por esa posibilidad que les brindaba de ver a sus dos hijas, que vivían tan lejos, y poder conversar con ellas como si estuvieran ahí mismo, sentadas tomando unos mates con ellos.
Estaban usando la plataforma Zoom. Ángela les había instalado todo también en su computadora, pero ellos no se atrevían a usarla solos. Por eso aprovechaban estas tardes en familia, Ángela iba a visitarlos, almorzaban juntos, Ángela les hacía unas compras para que ellos no tuvieran que salir, ya que eran personas de riesgo en esta época de pandemia, por su edad. Y después del almuerzo, en la sobremesa, solían tomar unos mates (ellos todavía podían hacerlo, porque eran integrantes de una familia). Esa hermosa tradición de tomar mate, todos de la misma bombilla, era imposible de mantener en esta situación.
—Ahí andamos, dijo Viviana. Estamos bien. Los chicos bien. Sven, bien también. Todos con sus actividades de siempre. Deporte, amigos, aquí todo está bastante normal. Los suecos son casi los únicos de Occidente que no impusieron un confinamiento obligatorio… Parece que los números de contagios están bastante bajos en este momento. Veremos cómo sigue todo.
—Nosotros, acá en París, no lo estamos pasando tan bien en este momento, la interrumpió su hermana, Daniela. Estamos en estado de “máxima alerta” por la propagación del virus y tenemos muchas medidas restrictivas. Yo espero que esta situación termine de una buena vez, porque yo no aguanto más. No vamos a poder volar a Buenos Aires para la Navidad y las Fiestas, como teníamos planeado, yo estoy tan, tan triste…
Parecía que Daniela iba a empezar a llorar, pero Ángela le dijo:
—Ánimo, corazón, ya vamos a salir de esta situación horrible. Yo te recomiendo que vos y yo charlemos un poco más tarde. Yo vuelvo a casa en dos horitas y te llamo por teléfono, ¿qué te parece?
—Me parece bien, gracias, Ángela.
Y así siguieron conversando media hora de todo tipo de temas, tratando de verle el lado positivo a todo esto: estaban aprendiendo a manejarse todos en el mundo digital y estaban obligados a reinventarse. No hay alternativa en estos tiempos, nos guste o no.
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 7/2020
Era julio, el 10 de julio, un viernes en la ciudad de Buenos Aires. Pleno invierno, muchísimo frío. Para colmo de males, había mucha humedad y por eso parecía más frío aún.
Ángela acababa de hablar por teléfono con Gustavo. En esta época que estaba viviendo el planeta, Gustavo y Ángela se estaban acercando. Habían empezado a escribirse por whatsapp y cada tanto hacían charlas por zoom.
Podcast para practicar español: Ángela Santos – episodio 6-2020
Episodio 6/2020
Ángela estaba en la verdulería de doña Ramira, a la vuelta de su casa. Le encantaba comprar frutas y verduras frescas y claro, como la mayoría de los argentinos, compraba todo en las tiendas del barrio. Primero porque la calidad era muchísimo mejor que en los supermercados y, segundo, porque le encantaba el trato personal con los vendedores. Todos sabían cómo se llamaba cada uno de los clientes, conocían los datos más importantes como, por ejemplo, qué hacía Ángela, sabían que era estudiante de Psicología, que había estado en Europa, que sus padres eran mayores pero estaban sanos, que tenía dos hermanas que vivían en Europa, bla, bla, bla. Eso era totalmente normal. Continuar leyendo «Podcast para practicar español: Ángela Santos – episodio 6-2020»
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 5/2020
Era sábado. El 9 de mayo. En Buenos Aires el tiempo no estaba muy bonito, pero era absolutamente normal, porque se acercaba el invierno. Hacía bastante frío y llovía. Pero este año a nadie le importaba demasiado, porque nadie podía salir libremente de su casa. Estaban todos encerrados, sintiéndose cada día más solitarios. Una situación que estaba experimentando el mundo entero, lo que era algo increíble e inédito.
Ángela estaba en su departamento, eran las dos de la tarde y ella ya había hecho las compras para sus vecinos mayores, ya había hablado por teléfono con sus padres, se había encontrado en una reunión virtual con sus dos hermanas, Viviana, que estaba viviendo en Suecia con su marido Sven y sus dos hijos, Alexander y Max, y Daniela, que vivía en Francia. Las tres hermanas hablaban semanalmente por Zoom, ya que tenían una relación excelente entre ellas.
En ese momento, sonó el teléfono y Ángela atendió:
—Hola Fran, ¿como estás?, preguntó Ángela con una voz un tanto tristona.
Francisca era una de las mejores amigas de Ángela, con la que había ido a Europa a principios del año 2020. Increíble que todo eso ya hubiera pasado hacía tanto tiempo.
—No, estoy bien, Fran, no te preocupes. ….. Sí, en quince minutos empiezo con la rutina de glúteos y abdomen de Patricia Jordán. De gymvirtual.com, sí, claro. Sabés que ella me encanta y me hace bien hacer ejercicio en casa. … Sí… Ya sé. A vos te resulta muy difícil. Bueno, pero hay otras que son buenas también y ponen ejercicios más fáciles. No, no tengo ganas de meterme en una plataforma para conocer a nadie. Ya sé que vos pensás que me haría bien, pero no. No, no, no quiero.
Francisca estaba convencidísima de que Ángela tenía que conocer a alguien. Que se sentiría mucho mejor si tuviese novio. Pero Ángela no quería conocer a nadie por Internet. Esas plataformas le parecían horribles. No le gustaba poner ahí sus datos, no quería subir fotos, esas cosas a ella no le gustaban nada.
—Además, Fran, si me gustara alguien, ¿qué haríamos? En este momento no podemos salir de nuestras casas, no podemos abrazar a nadie, todo eso ahora no se puede. No, no quiero nada de eso…
—¡No se te ocurra!, Ángela se puso muy enérgica. Francisca le había dicho que había pensado en registrarla a Ángela en uno de esos portales. Ángela estaba a punto de enojarse, pero sabía que en realidad sus amigas la querían y solo querían lo mejor para ella.
Así que cuando las amigas colgaron, Ángela prendió su portátil y empezó a hacer los ejercicios de Patricia Jordán en gymvirtual.com, para sentirse mejor y mantenerse en forma en esta cuarentena obligatoria.
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 4/2020
Ángela se despertó muy temprano aquel día. Todavía estaba en la cama, pensaba levantarse en unos minutos. Era viernes, el 17 de abril en Buenos Aires. La situación era muy especial, porque el mundo entero no había vivido algo similar hasta el momento. Al menos tanto Ángela, como sus padres, como sus amigos, repetían lo mismo una y otra vez. Todos estaban confinados, tenían que quedarse en sus casas, la gente no podía salir ni encontrarse con amigos, tampoco con la familia. Por un virus, el Covid 19 o coronavirus. Increíble, pero real… Y esto estaba pasando en todo el mundo al mismo tiempo.
Ángela estaba feliz de haber ido a Europa justo a tiempo, y de haber podido volver sin problemas. Ahora ya nada de eso era posible.
Sonó el teléfono y Ángela se levantó y fue a atender.
—Hola ma, buen día. Sí, ya estaba despierta, no te preocupes. ¿Estoy bien y vos? Qué suerte. Sí, en un ratito salgo. Primero me voy a preparar un desayunito y después salgo. No, hoy me tocan los vecinos de la otra calle… ¿vos necesitás algo? ¿Tenés todo? Bueno. Si no, me avisás y salgo a comprarte lo que necesites.
Ángela, que no estaba trabajando aún y que tenía mucho tiempo libre, había decidido anotarse como voluntaria para ayudarles a personas mayores en esta difícil época que estaban pasando. En Buenos Aires estaba completamente prohibido salir de las casas. Todas las personas que Ángela conocía se estaban ateniendo al pie de la letra a esas reglas… les costaba mucho a todos.
Desde los comienzos de “la cuarentena”, Ángela estaba más ocupada que nunca en su vida. Todos los días estaban llenos de actividades, había explotado el mundo “online”, todos sus amigos y conocidos hacían cursos en línea, o por la plataforma de Zoom, o por Go meeting, Teams, de todo… se ofrecían cursos de yoga online, pilates, clases de idiomas, grupos de meditación, clases universitarias de todo tipo, todo muy impresionante.
Los ´días eran una locura y la gente estaba muy ocupada. Las redes sociales estaban a toda máquina con todo tipo de canciones, chistes, pero también había videos muy sentidos y muy especiales, poesías, pensamientos muy profundos, de todo.
—Sí, doña Clara, cómo no. En media hora voy a llevarle sus medicamentos a su casa. Quédese tranquila que ya compré todo y lo tengo acá. Me termino mi café y le llevo todo, no se preocupe.
Así todo el día. Medicamentos para doña Clara, alimentos para el señor Ramírez, vecino del quinto piso, que no podía caminar bien, tenía un andador y una silla de ruedas, tenía mucha ayuda de su hijo, gracias a dios, que iba a verlo cada dos días. También iba una enfermera para ayudarlo a cambiarse y tenía otra mujer, Martita, que le cocinaba.
—Buenos días, señor Ramírez, lo saludó Ángela esa mañana, manteniendo la distancia de dos metros cuando el viejito abrió la puerta, apoyado en su andador.
—Gracias, Ángela. Qué suerte que existen personas como usted, como mi enfermera y tantas otras almas buenas que nos ayudan a los viejos en esta época. Por eso, yo salgo todos los días al balcón a aplaudir a todos aquellos que, en mi opinión, son los héroes de esta época: los enfermeros, los médicos y los ayudantes de todo tipo. Gracias.
Ángela se emocionó. Cómo le hubiera encantado abrazar a ese viejito divino, que había sido un gran cirujano en su buena época y que le había ayudado a tantas personas con su trabajo. Hoy estaba muy solo, su esposa había fallecido hace unos años y él hacía lo que podía para sobrevivir, siempre con una sonrisa.