Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 11/2020
Era 7 de noviembre de 2020. Otro sábado más en casa, a pesar de este tiempo lindo que está haciendo en Buenos Aires. Por todos lados se ven flores, el cielo tiene un azul muy intenso, en todas partes hay aroma a flores y a primavera. Es la época más linda del año, porque todavía no hace tanto calor, sin embargo ya no hace frío.
A Ángela Santos le encantaban esos días. Sobre todo cuando era sábado, no tenía que levantarse tan temprano, podía disfrutar un poco de su tiempo libre. El año 2020, sin embargo, era diferente. Ángela quería empezar con un doctorado en Psicología, ya que había terminado sus estudios y poco después comenzó todo esto del confinamiento a raíz del coronavirus. Ángela tenía ganas, además, de volver a trabajar llevando a personas de acá para allá en su “taxi”… con eso, además de ganarse unos pesitos, entraba en contacto con personas que, generalmente, le contaban toda su vida en los pocos minutos que duraba el viaje. Era una excelente práctica para Ángela como psicóloga.
Eran las tres de la tarde y Ángela estaba en la casa de sus padres, Inés y Antonio, en la localidad de Martínez, Gran Buenos Aires. Estaban todos sentados en la terraza y Ángela había llevado su laptop para poder charlar con sus hermanas, Viviana y Daniela. Viviana, en Estocolmo y Daniela, en París. En Europa eran las siete de la tarde. Actualmente tenían cuatro horas de diferencia con Europa.
—Holaaaa, se escuchó la voz de Viviana, que estaba en la sala de su casa, con las luces prendidas, porque ya estaba bastante oscuro.
—Hola, chicas, tanto tiempo. ¿Cómo están? ¿Qué tal todo?, preguntó Ángela mientras acomodaba su laptop en la mesa de la terraza. Se escuchaban los pajaritos, que piaban sin parar, a pesar de que los dos gatos de Antonio e Inés estaban sentados muy cómodos al lado de la mesa, en el suelo de la terraza, disfrutando del sol que calentaba el suelo y a ellos.
Inés y Antonio estaban maravillados por la tecnología y por esa posibilidad que les brindaba de ver a sus dos hijas, que vivían tan lejos, y poder conversar con ellas como si estuvieran ahí mismo, sentadas tomando unos mates con ellos.
Estaban usando la plataforma Zoom. Ángela les había instalado todo también en su computadora, pero ellos no se atrevían a usarla solos. Por eso aprovechaban estas tardes en familia, Ángela iba a visitarlos, almorzaban juntos, Ángela les hacía unas compras para que ellos no tuvieran que salir, ya que eran personas de riesgo en esta época de pandemia, por su edad. Y después del almuerzo, en la sobremesa, solían tomar unos mates (ellos todavía podían hacerlo, porque eran integrantes de una familia). Esa hermosa tradición de tomar mate, todos de la misma bombilla, era imposible de mantener en esta situación.
—Ahí andamos, dijo Viviana. Estamos bien. Los chicos bien. Sven, bien también. Todos con sus actividades de siempre. Deporte, amigos, aquí todo está bastante normal. Los suecos son casi los únicos de Occidente que no impusieron un confinamiento obligatorio… Parece que los números de contagios están bastante bajos en este momento. Veremos cómo sigue todo.
—Nosotros, acá en París, no lo estamos pasando tan bien en este momento, la interrumpió su hermana, Daniela. Estamos en estado de “máxima alerta” por la propagación del virus y tenemos muchas medidas restrictivas. Yo espero que esta situación termine de una buena vez, porque yo no aguanto más. No vamos a poder volar a Buenos Aires para la Navidad y las Fiestas, como teníamos planeado, yo estoy tan, tan triste…
Parecía que Daniela iba a empezar a llorar, pero Ángela le dijo:
—Ánimo, corazón, ya vamos a salir de esta situación horrible. Yo te recomiendo que vos y yo charlemos un poco más tarde. Yo vuelvo a casa en dos horitas y te llamo por teléfono, ¿qué te parece?
—Me parece bien, gracias, Ángela.
Y así siguieron conversando media hora de todo tipo de temas, tratando de verle el lado positivo a todo esto: estaban aprendiendo a manejarse todos en el mundo digital y estaban obligados a reinventarse. No hay alternativa en estos tiempos, nos guste o no.
Archivo PDF: Las historias de Ángela Santos_11-2020
Hola
Por favor ¿dónde puedo encontrar toda la historia ?
Porque realemente quiero aprender el español
Si puede enviame toda la historia en mi email
Hola Rayane:
Te he contestado directamente a tu dirección de correo electrónico.
Un saludo,
Cristina
Hace unos dias que he escrito mi correo electronico, pero no hay respuesta.
Querida Kristina:
Lamentablemente no puedo ver tu comentario… dónde lo has escrito?
Un saludo,
Cristina