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Categoría: Podcast Ángela Santos
Podcast Ángela Santos:
En esta categoría vas a encontrar historias para escuchar. Ángela Santos es estudiante de Psicología en Buenos Aires y trabaja de taxista para ganar un poco de dinero. Sus clientes le cuentan todo tipo de historias que tú podrás escuchar aquí.
Puedes activar los subtítulos o descargar el archivo PDF con la transcripción de la historia.
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 2/2022
Era marzo. Ángela y su mamá, Inés, estaban en un hotel cerca de las Cataratas del Iguazú. Había sido un regalo de Ángela para el cumpleaños de su madre. Cuatro días juntas, madre e hija, en el hotel La Cantera Lodge, en plena selva de Iguazú, en la provincia de Misiones, Argentina. Continuar leyendo «Ángela Santos en Cataratas de Iguazú»
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 7/2021
Ángela estaba muy feliz, porque por fin estaba en el Teatro Colón, una de las salas de ópera más importantes del mundo. El Teatro Colón estuvo cerrado quince meses por la pandemia de Covid 19 y el 2 de julio reabría sus puertas con una función de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, que iba a interpretar una obra de Gustav Mahler, “La canción de la tierra” (Das Lied von der Erde).
—¡Cuánta gente que hay acá, Ángela, le dijo Inés a su hija.
—Sí, mamá. Ya sé. Pero no te preocupes. La gente es cuidadosa. ¿Ves? El personal del teatro cuida que todos tengan sus mascarillas puestas. Mirá. Acá podemos rociarnos las manos con el famoso desinfectante.
Ángela y su madre, Inés, estaban en la cola para entrar al Teatro Colón. Era un regalo que Inés le había hecho a su hija, porque sabía que le encantaba ir al teatro y desde comienzos de la pandemia, por supuesto que no había podido ir.
El Teatro Colón era impresionante. Uno de los edificios históricos más representativos del país. Internacionalmente reconocido por su acústica y por su enorme valor patrimonial. Fue inaugurado el 25 de mayo de 1908.
—Hija, estoy tan feliz de poder estar acá contigo. Este lugar es maravilloso, ¿no te parece?, preguntó Inés, mientras se colgaba del brazo de Ángela y las dos avanzaban lentamente en la cola.
Las personas estaban de pie, a unos dos metros de distancia una de la otra. Ángela y su madre estaban juntas, porque pertenecían a una misma familia, una misma “burbuja”.
—Sí, mamá, estoy totalmente de acuerdo con vos. ¿Te acordás cuando vine por primera vez al Teatro Colón? Nunca me voy a olvidar. Habré tenido unos diez años y me trajiste a ver un ballet divino: El lago de los Cisnes, de Tchaikovsky. ¡Qué maravilla, mamá!
Ángela y su madre se sentaron en sus asientos reservados con mucha antelación, listas para disfrutar de la velada. Un concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en uno de los teatros más hermosos del mundo.
Hay más butacas vacías que ocupadas. Las personas estaban sentadas con gran distancia unas de otras. Era triste, pero al menos era posible participar y escuchar un concierto muy bonito.
Las luces del teatro se apagaron, toda la gente dejó de hablar y la música comenzó a sonar. Una maravilla.
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 3/2021
Ángela y Marisol estaban sentadas en el Café La Poesía, en la calle Chile. Un lugar muy emblemático de la ciudad de Buenos Aires. Uno de los Bares Notables, que había sido creado como punto de encuentro para artistas e intelectuales.
Ahí estaban las dos amigas, charlando y charlando sin parar ni un minuto mientras tomaban café con leche y comían tostados de jamón y queso. A Ángela le encantaban esos tostados y juraba que en ninguna parte del mundo existían tostados como esos.
Era sábado, 20 de marzo, en Buenos Aires todavía estaba lindo el tiempo. Sol y temperatura agradable, poco antes de empezar el otoño. Eran las tres de la tarde y Marisol, que vivía cerca de ahí, en el barrio de San Telmo, había llamado a Ángela para encontrarse con ella y charlar un poco, como en viejas épocas. Además, un hombre la había llamado a Marisol el día anterior, diciéndole que Ángela la había recomendado como psicóloga.
—Si me seguís mandando tus pasajeros como pacientes, amiga del alma, voy a tener que agrandar mi consulta, dijo Marisol Nieves del Cabo muerta de risa, revolviendo su café para disolver el terrón de azúcar que acaba de poner en la taza.
—¿De verdad, Marisol?, le preguntó Ángela.
—Sí. Claro, estoy muy feliz y te agradezco muchísimo que me recomiendes. El problema actualmente es que hay mucha, mucha gente que está necesitando apoyo y ayuda psicológica. Claro que eso no es nada nuevo, pero la situación actual me parece que empeora todo. La gente tiene más miedos que antes con esto del virus, por todo el tema de las mutaciones, etc. etc. etc.
—Claro, me imagino. A mí me pasa lo mismo en mi Citroen. La gente se sienta en el coche y empieza a contarme todos sus problemas actuales. La mayoría de los problemas están relacionados con la pandemia, con las vacunas, con el virus y sus mutaciones, con que no pueden viajar a ver a sus familiares en Europa y eso, siguió Ángela.
—Sí, claro. Pero contame, Ángela, ¿qué tal tu vida? ¿Cómo están Inés y Antonio? ¿Y tus hermanas en Europa?
—Por suerte mis padres están muy bien. Tranquilos. Jubilados. Se cuidan mucho, tienen poco contacto con otra gente y eso les cuesta mucho, por supuesto. Yo voy muy regularmente a visitarlos y hacemos muy seguido conferencias por Zoom con mis hermanas. Así que, tengo que decir que dentro de todo estamos bien y agradecidos porque estamos todos sanos. Mis padres están esperando que les den un turno para vacunarse. Porque en la Capital Federal es más rápido, pero ellos viven en el Gran Buenos Aires, en Martínez, y ahí todo tarda un poco más. Veremos… ¿Y vos, Marisol? ¿Todavía estás de novia con Miguel?
—Sí, claro. Estamos pensando en mudarnos a un departamento juntos. Pero Miguel no quiere vivir en el centro. A él le gustaría ir a vivir a las afueras de la ciudad, Olivos por ejemplo. Y ese es mi gran problema. Yo amo San Telmo y no pienso dejar mi departamento que tengo acá. Es divino, como bien sabés.
—Te entiendo perfectamente, amiga. Olivos es una localidad muy linda, pero es el día y la noche con esto, dijo Ángela mirando a su alrededor, como si San Telmo fuera el Café La Poesía.
—Además, comentó Marisol, no tenemos que hacer las cosas sin pensar. Creo que es mejor ir paso a paso. Lentamente. Por ahora, cada uno vive en su departamento y estamos muy contentos. Ya veremos qué nos depara el destino. ¿Y vos, Ángela?
Ángela sonrió y le dijo:
—Hmmm… estoy bastante ocupada con mi doctorado. Tengo poco tiempo para el amor. Pero Gustavo… y Ángela dejó de hablar cuando se acercó la camarera para preguntarles si querían algo más.
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 2/2021
—Buenos días, señorita, dijo el joven al sentarse en el coche de Ángela.
—Buenos días, caballero. Veo que quiere ir al Hospital Alemán.
—Exactamente. Pero no se asuste. No estoy enfermo ni mucho menos. Es que mi mejor amiga vive a pocos pasos del hospital y por eso siempre indico que voy al hospital.
—Bien, no hay ningún problema. Yo no tengo miedo a contagiarme. Aquí en mi coche tenemos la distancia suficiente y sin la mascarilla o tapabocas, no lo llevaría, sonrió Ángela mirándolo en el espejo retrovisor.
—Claro. Me imagino. Yo sí tengo un poco de miedo, la verdad. Para ser sincero, ese es el motivo por el que no tomo los transportes públicos. Mis padres son muy mayores y yo soy el único que tiene contacto físico con ellos. Yo los ayudo mucho en este momento, ¿sabe? Les hago las compras, les llevo medicamentos, los ayudo a limpiar su casa…. Estoy muy agotado por eso.
—Hm… me imagino… ¿y no hay forma de que alguien lo ayude a usted? Porque siempre dicen que “hay que cuidar al cuidador”. Es muy importante que usted se cuide también, ¿sabe?
El hombre la miró por el espejo retrovisor también. Tenía unos treinta años quizás. Pelo castaño, ojos azules, no se podía ver su sonrisa debido a la mascarilla, pero Ángela estaba segura de que era una sonrisa bonita, porque sus ojos sonreían la mayor parte del tiempo. Cuando Ángela hizo el último comentario, él dejó de sonreír por un momento y parecía pensativo.
—Ya lo sé. Usted tiene razón. Pero es que como estoy tan ocupado con mi trabajo y el cuidado de mis padres, mi novia se sintió ofendida porque yo no me estaba ocupando de ella o de nuestra relación y me dejó hace dos semanas. Eso era lo último que yo hubiera necesitado, realmente.
Ángela pensó que el joven se iba a poner a llorar ahí mismo, en su Citroen rojo… y le dijo:
—¿Tiene la posibilidad de hablar con alguien de esto, además de la amiga a la que va a visitar?
—¿A qué se refiere? ¿Si estoy haciendo terapia? No. Aunque Buenos Aires es, supuestamente, la ciudad del mundo con mayor número de psicólogos, sonríe, yo no estoy haciendo terapia. ¿Por qué? ¿Usted piensa que debería hacer una terapia?
Ángela sonrió y le dijo:
—A mí no me lo puede preguntar. Le voy a decir que sí, porque yo soy psicóloga. Manejo este taxi solo para ganar un dinerillo hasta que termine mi doctorado.
El joven empezó a reír de buena gana y dijo:
—¿Entonces por qué no empiezo una terapia con usted y listo?
Los dos rieron y Ángela le dio su tarjetita, pero le dijo que esa no había sido su intención.
—En este momento no tengo tiempo para ocuparme, pero tengo alguien que le puedo recomendar. Se llama Marisol Nieves del Cabo y es una excelente profesional. Llámela lo antes posible. Este es su teléfono, anote por favor…
Podcast para practicar español: las historias de Ángela Santos
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 1/2021
—¡Qué calor infernal!, dijo la señora, al sentarse en el asiento de atrás. Ángela estaba trabajando nuevamente de “taxista”, como antes, para ganar un poquito de dinero mientras hacía su doctorado en Psicología en la Universidad de Buenos Aires. Era enero y en Buenos Aires hacía mucho calor, como siempre en esta época del año, pleno verano. Continuar leyendo «Podcast para practicar español: las historias de Ángela Santos»
Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires
Episodio 12/2020
—Muchísimas gracias, Ángela. No sabes cómo te agradezco que me ayudes tanto. No sé qué haría sin todos mis amigos y mis amigas. Carmen empezó a llorar y Ángela no podía tranquilizarla realmente, porque estaba en el jardincito que estaba delante de la casa de Carmen, una de las mejores amigas de Inés, la mamá de Ángela. Carmen tenía la ventana abierta y hablaba con Ángela, que estaba de pie en el jardincito delante de la casa de Carmen. Continuar leyendo «Podcast: Las historias de Ángela Santos, estudiante de Psicología en Buenos Aires»